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En una celda oscura
del presidio lejano
el penado catorce
su vida terminó;
dicen los compañeros
que el pobre presidiario
murió haciendo señas
y nadie lo entendió.
En una noche fría
que el preso deliraba
su mueca tan extraña
dio mucho que pensar
y sin embargo, nadie,
de tantos carceleros,
se acercó a la celda
del que no pudo hablar.
Dejó una carta escrita,
con frases tan dolientes,
que un viejo presidiario
al leerla conmovió...
al mismo fratricida
con alma tenebrosa
que en toda su existencia
amor nunca sintió.
En la carta decía:
"Ruego al juez de turno,
que traigan a mi madre,
le pido por favor,
pues antes de morirme
quisiera darle un beso
en la arrugada frente
de mi primer amor".
Y en la celda sombría
del lejano presidio
su vida miserable
el penado entregó...
El último recuerdo,
el nombre de la madre,
y su acento tan triste
el viento lo llevó...
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